EL ROBO DEL ELFO
De pie, sobre el mullido pecho de Alejandro dónde muchas
otras noches pasaba el rato haciendo de las suyas provocándole “sueños feos”
como el mismo Alejandro los llamaba, estaba Berlic. Nervioso, sus orejas
puntiagudas tenían una caida suave en la punta y atravesaban su pelo largo, dorado
y fino que llegaba al piso. Tenía la altura promedio de sus compañero, veinte
centimetros y estaba vestido con sus mejores galas, aleccionado por Mermoc,
para su primera vez. Esa noche robaría el aliento de un ser humano. Dominaba la
teoría pero ahora, en el momento de la acción no parecía algo fácil. Debía esperar
que el jovencito estuviese en lo más profundo de su sueño y
sólo en se momento aspiraría su aliento.
Lo conocía desde que nació, había vivido en esa casa
desde siempre. Alejandro había cambiado mucho, parecía que ya no le importaba
no encontrar sus cosas, cuando Berlic le escondía los zapatos, las llaves, los lentes, ni se daba por enterado.
Más de una vez, últimamente Berlic tuvo que de mala gana devolver algún objeto
perdido a su lugar, Ya no había diversión y por eso había llegado el momento en
el que debía cumplir con su deber.
Sabía que una vez realizada la tarea ya no sería jamás como antes, se acababa el juego.
Recordaba como muchas veces estuvo a punto de dejarse ver sólo para demostrarse
a si mismo que este niño era distinto, lo acompañaba, lo quería.
No esperó más y subió por el cuello, paró en el mentón,
dió dos pasitos más y se detuvo. Comenzó a recitar el hechizo correspondiente, con
su aguda voz y de inmediato comenzó a salir de la nariz del joven una
exalación aérea, luminosa que era aspirada por Berlic y lo hacía elevarse, sus
pequeños pies apenas rozaban la cara del muchacho. En un momento todo acabó,
Alejandro parecía seguir dormido y Berlic se tambaleaba tratando de bajarse de
aquella humanidad, resbalando por las sábanas hasta llegar al piso para
encontrarse con una millonada de elfos que habían asistido a la ceremonia
aspiratoria y esperaban a los pies de la cama silenciosos el tradicional gesto
que revelaba la misión cumplida, así hizo el ademán, no muy animado y todos
celebraron con algarabía. Berlic buscó la mirada de su maestro Mermoc, que
también lo esperaba. Mermoc le preguntó…-¿Ha sido fácil? , - sí , apenas
susurró cabizbajo Berlic.
Mientras caminaban por el inmenso jardín, afuera de la
casa, entre hojas de hierba de diferentes tonalidades de azul al brillo de la
luna, Berlic pensó en lo triste que era la vida de los humanos, se preguntaba, ¿por qué
tenemos que robarles su infancia que es lo mejor que tienen en su alma? y estalló
en llanto, no podía detenerse, las lágrimas mojaban su pálida cara.
Mermoc tiernamente le repitió como tantas
otras veces… - Los humanos nacen llenos de amor y genialidad, eso es lo que nosotros
necesitamos para subsistir en nuestro mundo, a ellos les sobra, les agobia, les
estorba, así que nosotros lo tomamos. Ha sido así desde el comienzo de los tiempos, sólo algúnos
se nos han quedado rezagados y sabes que han sido desdichados de por vida.
Berlic, atento escuchaba las palabras de su mentor,
secaba sus lágrimas con las mangas de su camisola y entre suspiros parecía
convencido de que lo que le había hecho esa noche a Alejandro al final del dia
era un favor.
Un favor para empujarlo a crecer.
Beatriz Garcia